No hay uno igual

Sabemos que las comparaciones son odiosas pero a veces no se puede dejar de hacerlas. Mas aún si es de algo que nos toca y mueve lo más sensible de nuestro corazón. La selección.

Dos partidos sin comentarios, sin ninguna explicación táctica ni técnica. Solo podemos hablar de algo que se llama «huevos» y que es muy utilizado en nuestro fútbol porque eso le falta a nuestros jugadores mayores y porque ha sido tema en estos días. ¿Qué le falta a esta selección?

La garra es muy conocida por un club limeño. Siempre se le recrimina que a veces tienen más garra que fútbol, porque ha cambiado resultados en base a empuje, coraje y sufrimiento, pero sobre todo mediante amor a la camiseta.

En la selección es diferente. Aquí el amor es sobre todo al país, a la camiseta roja y blanca, al querer que tu selección a pesar de no jugar bien o tal vez perder el partido, se note en los jugadores una actitud ganadora, optimista y con ganas de hacer bien las cosas.

La presencia y esas ganas que solo un jugador le implanta al equipo y contagia a los jugadores, presencia que no sabremos nunca si hubiera influido en los resultados, presencia que sabemos que no es todo el equipo, presencia que rezamos este en los próximos encuentros, presencia que se extrañó y presencia que otros no tuvieron dentro de la cancha.

Esos otros no respetaron nuestra condición de local, esos otros que no rinden igual que como en sus clubes, esos otros que ponen mala cara ante una pregunta directa, esos otros que se tiran la pelota de quien hizo mal las cosas, esos otros que a pesar de jugar por su selección esperan ser siempre bonificados por si ganan un encuentro, esos otros que durante su viaje a Chile celebraban por anticipado una derrota (en el avión hacia ese país) y esos otros dirigentes que hacen mal al fútbol nacional.

Es un solo jugador que hace honor a su apellido. Un apellido que debe tener orgulloso a su padre y nos tiene orgulloso a nosotros. Un apellido que juega con un amor y sentimiento de coraje los encuentros de la selección. Ese apellido es Guerrero y su nombre es Paolo.

Él, un jugador que recorre toda la cancha y aunque no es Superman, parece que no se cansara; que suda la camiseta y juega cada encuentro como si fuera el último del planeta. Un jugador como ninguno y como no hay uno. Un jugador con mayúscula, a quien si vale la pena pagar una entrada para verlo jugar. Pero un jugador que no es el salvador ni un Dios para hacer milagros, solo un ser de carne y hueso con un amor impresionante por la bicolor.

«En mi caso yo mato por la camiseta»

Paolo Guerrero (Perú 21)

No sabré a ciencias ciertas si Chemo tiene algo de responsabilidad en todo este despelote futbolero. Quizás sí porque se creyó capaz de coger una selección con muchos problemas, de poder crear una selección sólida y eficiente, pero por ahora nada de las dos. Algunos dicen que es mejor sacarlo o que dé un paso al costado. Particularmente diría que sí, pero ahora que ya empezó todo este proceso eliminatorio sería miles de pasos hacia atrás.

Creo que en este caso, Chemo solo debe trabajar en planes hacia futuro, pero no para esta eliminatoria, sino para la próxima. Que sea sincero consigo mismo y con la afición, que utilice esta eliminatoria en explorar nuevos jugadores, nuevas tácticas y técnicas, que aprenda y vaya tomando experiencia, porque si no pensamos en futuro, otras selecciones como Venezuela y Bolivia nos pueden tomar la delantera.